En pleno corazón de Extremadura, Mérida brilla no solo por su imponente legado romano, sino también por sus paisajes tranquilos y su capacidad para fundir historia y vida cotidiana en perfecta armonía. Fundada en el año 25 a.C. como Augusta Emerita, la capital extremeña conserva uno de los conjuntos arqueológicos romanos más espectaculares de España y Europa, reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, más allá del teatro romano, el anfiteatro o el célebre acueducto de Los Milagros, Mérida guarda un rincón menos conocido y, a la vez, fascinante: el embalse de Proserpina. Situado a tan solo cinco kilómetros del centro urbano, este espacio combina arqueología, senderismo y ocio estival con sorprendente naturalidad.

Un legado hidráulico milenario

La presa de Proserpina fue construida entre los siglos I y II d.C. como parte del sofisticado sistema hidráulico que abastecía de agua a Augusta Emerita. Se trata del embalse romano más antiguo conservado en España, y su importancia era tal que funcionaba en conexión con el acueducto de Los Milagros, garantizando el suministro incluso en tiempos de sequía.

El embalse retenía las aguas de lluvia y pequeños arroyos mediante un dique de sillares de granito y mortero de cal que aún se mantiene en pie. Con más de 400 metros de longitud y unos 22 metros de altura, su estructura incluye contrafuertes característicos de la ingeniería romana. Hoy, más de dos mil años después, sigue siendo un testimonio vivo de la genialidad constructiva de aquella época.

Senderismo entre historia y naturaleza

La mejor forma de conocer este paraje es recorrer la ruta de senderismo que conecta el acueducto de Los Milagros con el embalse. Se trata de un trayecto de algo más de 12 kilómetros (solo ida), perfecto para hacer en familia o con amigos, y que transcurre por caminos cómodos y bien señalizados.

El punto de partida, junto al acueducto, permite admirar esta impresionante obra de ingeniería en un entorno natural poblado de cigüeñas. El recorrido continúa cruzando un puente y un pequeño túnel bajo las vías del tren, hasta alcanzar un mirador desde el que se contemplan el puente romano sobre el Guadiana y, al fondo, los arcos del acueducto.

Desde ahí, el camino se abre entre campos de girasoles y paisajes rurales hasta llegar al embalse de Proserpina, donde espera una de las sorpresas más agradables del itinerario: durante los meses de verano, está permitido el baño en una zona acondicionada para ello, con chiringuitos, terrazas y alquiler de barcas a pedales.

Un lugar perfecto para desconectar

La combinación de patrimonio arqueológico, entorno natural y opciones de ocio convierte al embalse de Proserpina en un destino ideal para quienes buscan una escapada tranquila, diferente y cercana. Además, su accesibilidad lo hace apto para todo tipo de visitantes.

Para llegar, desde Badajoz el trayecto es de unos 55 minutos por la A-5, y desde Cáceres se puede acceder en aproximadamente el mismo tiempo por la A-66.

En definitiva, esta ruta es mucho más que un paseo: es un viaje por la historia viva de la península, un encuentro con la naturaleza y un plan refrescante para el verano.